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Por Mono


— Tienes que descansar, Finn. No estás en condiciones de salir — Marceline trataba de razonar con él, aunque hace poco estaba al borde de la muerte o incluso algo peor, el humano no se preocupaba por su salud sino por la de los habitantes de la tierra que protegía.

— Dime Marcie, ¿Quién protegerá Ooo si yo estoy en cama? — su voz trataba de demostrar su fortaleza, pero sólo la ocupaba en reclamar y en quitarse las sabanas en las que era arropado.

— Esta vez no, héroe… debes descansar — ella trataba de relajarlo acariciando su cabello, una costumbre que se volvió más frecuente con el pasar de los años.

— Pero…

— ¡Pero nada! — le interrumpió con firmeza —. ¡Por Glob, Finn, casi te perdemos allá atrás! — el grito reprimió el último esfuerzo que el humano tenía para volver a hablar, ella al ver esto volvió a su tono relajante y a repasar sus cabellos con sus dedos —. Además, creo que Ooo puede sobrevivir uno o dos días sin ti.

La verdad era que Finn se encontraba muy débil, algo difícil de creer ya que hace poco desplego una fuerza que hasta el momento era desconocida para todos en Ooo, incluso para la vampiresa de mil años de edad.

 — E-está bien, tú ganas — las palabras apenas lograron escapar de sus labios.

— Me alegra oírlo — Marceline mostro su satisfacción con una tenue sonrisa y aunque él no pudiera verla de alguna manera podía sentirla —. Ahora tengo que irme —. Ella se alejó lentamente desde su posición al lado de la cama y comenzó a caminar a la puerta de la habitación.

— ¿Q-q-q-qué? — Finn preguntó débilmente, tratando en vano de desenvolverse.

— Descuida volveré pronto, solo iré por unas cosas — le dijo a tan sólo unos pasos de la puerta, o la distancia en la que se mide cuando uno flota.

— Cuando vuelvas… me explicaras todo... ¿verdad? — esta fue la única oración que él dijo claramente y sin señales de cansancio alguno. Desde el momento en que Finn recobró el sentido esta fue su única exigencia y al querer evitarle los detalles de lo que hizo o en lo que se convirtió momentos atrás, el perro y la vampira omitieron los detalles importantes de lo que sucedió, al menos hasta que recobrara más de sus fuerzas. Tras pensarlo un poco la vampira respondió.

— Sí, lo prometo — cruzó hacia el otro lado y antes de que cerrara la puerta Finn volteó la cabeza en su dirección, abrió lentamente los ojos mostrando un iris de un brillante color escarlata y adornado con una inocente sonrisa le dijo muy suavemente.

— Gracias — esto erizó la piel de reina vampiro, quien tuvo que evitar mostrar su sorpresa reteniéndola así un poco antes de cerrar completamente la puerta. Mintió una sonrisa y trató de emular el tono dulce de antes.

— Descansa Finn.

Cuando la puerta se interpuso entre ambos fue cuando la vampira pudo mostrar su sorpresa llevándose una mano a la boca deteniendo un pequeño grito, sentía temor no por ella sino por su amigo el humano.

— Marceline, ¿cómo está? — preguntó Jake, quien ahora tenía varios vendajes alrededor suyo, algunos de ellos manchados de sangre.

— Más tranquilo, por el momento, pero… — la vampira dirigió su mirada hacia la puerta, revisando si Finn la había escuchado y al asegurarse de que no fue así murmuró de ello al respecto —. Creo que sería mejor discutirlo en el primer piso, ¿te parece? — el perro inmediatamente entendió perfectamente por qué ella pidió tal cosa, y silenciosamente bajaron las escaleras hacia la primera planta. Una vez abajo siguieron con la conversación.

— ¿Qué fue lo que le ocurrió?

Ella pensó en darle el nombre de una de las enfermedades que sólo ella conocía y que era probable que ninguno de ellos hubiera oído jamás para así darle una respuesta, pero lo mejor era ser honesta con él.

— No tengo idea — inmediatamente el perro hizo crecer su cabeza con sus poderes mientras sostenía su boca para evitar soltar un grito, en su nuevo tamaño trato de hablar lo más bajo posible.

— ¡Pero tú dijiste que el libro lo ayudaría, así que debías saber lo que tenia!

El libro yacía sobre la mesita del café, olvidado hasta que ella lo tomó.

— Yo también creí eso — recorrió sus dedos sobre las doradas letras escritas en latín —. El hechizo me lo mostró un amigo hace mucho tiempo, él solía decirme que era una clase de encantamiento universal para eliminar energía negativa, demonios y esa clase de cosas… supongo que estaba equivocado — dijo en derrota.

El perro mágico volvió a su tamaño original tras oír la historia, comprendiendo que no debía culparla por lo sucedido.

— ¿Al menos ya está curado? — volvió a cuestionarla.

— No lo creo, aún tiene los síntomas — ella mordió su labio inferior un poco irritada, no por la pregunta sino por su inhabilidad de haber ayudado a su amigo. Tan pronto como dijo esto, pudo sentir una mano sobre su hombro, era el perro quien había estirado su brazo para hacerlo.

— No sé qué fue lo que sucedió allí arriba pero creo que nos diste un poco más de tiempo. Gracias, Marceline — ella no pudo evitar sonreír por sus palabras las cuales necesitaba.

— ¿Ahora qué haremos? — A pesar de todo, la ansiedad le estaba ganando a Jake, era incapaz de volver a ver a su hermano de esa forma y no podía ocultarlo.

— Déjame pensar… — ella flotó alrededor de la habitación, su dedo índice rebotando en su mentón de manera pensativa y tras unos segundos chasqueó los dedos —. ¡Lo tengo!, iré a hablar con un amigo al respecto él sabrá que hacer.

Sin perder tiempo flotó a la otra habitación, seguida de cerca por la fiel mascota. Recogió su bajo-hacha y tomó una mochila que llenó de latas de atún expiradas que estaban dentro de una de las alacenas.

— ¿Y esas latas? — el perro no tardo en preguntar.

— Son una especie de soborno. Escucha, Jake, tú quédate y cuida a Finn — la vampira puso la pesada carga sobre sus hombros y cruzó la puerta con su arma en mano. Ahora ambos estaban sobre las vigas del pórtico.

— Claro, pero… ¿Qué hago si se vuelve a poner como loco?

A esto ella le entregó el libro

— Sólo sigue las instrucciones de la página 66, como ya lo use antes el circulo y su contenido responderán a tu llamado — el perro miró pensativo el libro de forro negro que estaba sosteniendo.

— Marcie, no sé si pueda…

— Tendrás que hacerlo — lo interrumpió —. Recuerda que es por su propio bien. — Ahora era su turno de confortarlo y con la única mano libre que tenía comenzó acariciarlo detrás de la oreja, su cola respondió inmediatamente.

— Volveré tan pronto como pueda — terminó de mimarlo y se fue volando lejos de la cueva hacia el anochecer —. ¡Alimenta a Schwabl mientras no estoy!

El perro rió por la ironía de su último comentario, es decir, ¿cómo alimentas a un poodle zombi?

— No con cerebros de verdad… espero… — fue su respuesta a la pregunta dejada en el aire, miró por última vez como la figura de Marceline se perdía en la distancia y murmuro así mismo un pequeño ‘cuídate’ antes de volver a la casa.

Marceline, a pesar de la situación, no pudo evitar disfrutar su vuelo. La carga que constaba de cientos de latas de atún apenas podían sentirse debido a su particular fuerza, el bajo-hacha podía resbalársele en cualquier descuido pues se posicionó sobre su espalda y flotó de esa manera casi todo el camino, pero no lo hacía. El viento la cargaba mientras trataba de alcanzar las estrellas con su única mano libre mientras la luna le ayudaba en su tarea, iluminándola de pies a cabeza y reía cada vez que extendía su mano para tocar alguno de los astros que adornaban el cielo pues le parecía algo infantil pero divertido. Este era uno de sus momentos preferidos.

El viaje fue corto pero agradable, la sensación del frio aire nocturnal aun recorría su piel mientras descendía en un familiar cementerio, en él podían observarse uno o dos esqueletos caminando alrededor y a numerosos fantasmas rondando por todo el terreno.

Saludó a algunos de estos seres sobrenaturales pues les conocía desde hace siglos, pero no podía quedarse a conversar así que se apresuró a llegar a una lápida en particular, la cual estaba tan vieja que sólo dejaba ver tres simples letras para reconocer al dueño. Al llegar a ella tocó con fuerza como si fuera una especie de puerta.

— Oye, ¿estás ahí? — no hubo respuesta —. ¡Vamos necesito tu ayuda! — la vampiresa gritaba mientras tocaba con más fuerza.

Su paciencia era poca y su urgencia era mucha, así que se quitó la mochila, dejándola a un lado de la lápida, agarró su hacha familiar con ambas manos y utilizándola como pala removió toda la tierra de la sección, dejando al descubierto un ataúd de metal oxidado. Finalmente, tomó la tapa y la hizo volar varios metros en el aire.

Dentro del ataúd estaba el cuerpo deteriorado pero recubierto parcialmente de carne de un hombre que parecía estar dormido, este llevaba puesto una camiseta con las palabras 'I'm Cereal!' en ella, unos jeans sucios y deteriorados, acompañado de unas zapatillas blancas y un gorro tejido sobre su cabeza. La vampira estaba molesta y se lo hizo saber al occiso con un poderoso puntapié que ocasionó un crujido mientras gritaba.

— ¡DESPIERTA, PEREZOSO!

El cuerpo reaccionó inmediatamente abriendo ambas cuencas de los ojos dejando al descubierto el hecho de que sólo tenía un ojo mientras el otro era un vacio hacia su cabeza. Escupiendo telarañas y algunos dientes, exclamó sosteniendo su costado con dolor.

— ¡¿Qué te pasa, Mar?! ¡¿Quieres matarme?!

Ella estaba afuera del agujero donde él estaba encerrado sentada en el borde del mismo con los brazos cruzados.

— Tranquilo, Jak. Como si eso llegara a pasar. Él gruñó y reclamó mientras reacomodaba sus costillas.

— Ya te dije que el nombre es JACK, no tengo la culpa si el tiempo borró las demás letras — ella rió y acercó la mochila.

— Como sea, Jak — Él sólo suspiró y saltó fuera del hoyo para sentarse en el otro lado del borde.

— ¿Qué te trae por aquí? — al oír esto ella le arrojó la pesada bolsa. Él la atrapó con facilidad puesto que ambos al tratarse de seres sobrenaturales compartían algunas cualidades, una de ellas era súper fuerza —. ¿Qué es est-¡ATÚÚÚÚÚÚN! — el zombi gritó triunfante mientras abría y devoraba cada lata de manera ruidosa y poco elegante, Marceline lo miraba con un poco de asco debido a sus pésimos modales y pensaba '¿por qué en el nombre de Glob sigo frecuentándolo?'.

— ¡Ahem! — ella tosió fuertemente, tratando de llamar su atención.

Él dejó su manjar por un momento y la miró con las mejillas aún repletas de atún vencido, luego el zombi tragó todo el contenido de golpe y dirigiéndole la mirada le dijo.

— Oh cierto…— entonces tomó su cabeza con ambas manos y se la arrojó a la vampira, dejando su cuerpo, el cual trataba por cuenta propia de hacer que el atún pasara por su garganta.

Ella miró disgustada cómo el cuerpo sin cabeza trataba torpemente de vaciar cada lata de la apestosa comida sobre el hueco que dejo la cabeza que ahora sostenía en sus manos.

— Ahora sí, ¿Qué sucede Mar? — Jak le hablaba consciente de lo que el resto de él hacía.

— ¡Apestas a pescado podrido! — Marceline mostró la lengua con un poco de repulsión, alejando la cabeza sin soltarla.

— Vamos, Mar, sabes que eso es alimento para el cerebro, el cual necesito.

Ella acercó lentamente la cabeza para hablarle. Después de todo, esta no era la primera vez que hacía esto y probablemente no sería la última.

— Empecemos de nuevo, ¿te parece? — él le sonrió con su desigual dentadura —. ¿hay algún problema Mar? — esto le recordó a ella la razón por la que estaba ahí.

— ¿Recuerdas el hechizo “universal” contra demonios que me mostraste? — la cabeza cercenada asintió —. Pues bueno… no funcionó.

— Ya veo, ¿y en quién lo utilizaste? — preguntó el zombi, la vampira no podía evitar mirar de vez en cuando hacia el otro extremo del agujero de vez en cuando viendo cada al cuerpo de su amigo comer o lo que estuviera haciendo.

— Finn el humano.

— Oh, tu novio — le dijo de manera burlona a lo que ella se sonrojó un poco y le respondió enojada.

— ¡No es mi novio!

— Sí, sí, como digas — Jak rió sonoramente haciéndola enfurecer cada vez más —. ¿Qué es lo que tiene?

— Esperaba que tú me lo dijeras — la vampira respondió de inmediato, en respuesta él cerró su ojo inexistente y repetía la consonante m en señal frustración.

— ¿Podrías ser mas especifica?

Marceline pensó un momento su respuesta y empezó a enumerar.

— Arranques de ira, ojos rojos, manchas sobre su hombro y pecho y… — tenia dificultad en recordar el último de los síntomas debido a lo sucedido en la casa dentro de la cueva. Tomó un trago de su saliva y vaciló en su respuesta —… transformarse en una especie de monstruo.

Al terminar de describir los síntomas el cuerpo del zombi "escupió" la comida sorprendido mientras la cabeza temblaba en sus manos y mostraba algunos tics nerviosos.

— ¿E-E-e-estás segura? — a lo cual Marceline movió la cabeza en aprobación.

— ¿Sucede algo? — la vampira preguntó cautelosamente, la cabeza dio algunos respiros como si tratara de recuperar su aliento y finalmente dijo.

— Esto va mas allá de lo que pueda hacer un simple conjuro, creo que tienes que ir con tu padre, él sabrá que hacer —la vampira se sorprendió por lo que le dijo pero no tardó mucho en mostrar su enojo por su falta de ayuda.

— ¡¿Qué te pasa?, vengo a pedirte ayuda! ¡¿Y es así cómo lo haces? ¿Enviándome con mi padre?! — la cabeza rápidamente respondió, gritándole también.

— ¡Esto está muy fuera de mi alcance! ¡Sí en verdad piensas ayudarlo el único que puede es Hunson!

Marceline se quedó muda ante sus palabras, y tardo un momento en volver a hablar.

— Lo siento… es que Finn… — murmuró. Jak, en cambio, giró su único ojo burlándose de ella antes de decirle.

— Descuida, se que lo que le sucede a tu novio no es fácil.

— Él no es-

— De cualquier forma, te aconsejo que te des prisa si quieres salvarlo — le interrumpió apresurándola hacia la Nocheosfera para salvar a su amigo —. Ermm… una última cosa, ¿Podrías devolverme a mi cuerpo? quiero saborear la cena.

Ella sonrió maliciosamente y le dijo encantadoramente

— Seguro — luego, flotó hacia su cuerpo el cual seguía tratando de comer sin boca y devolvió la cabeza a su sitio, solo que…

— ¡MALDITA SEAS, MARCELINE, ESTOY AL REVÉS! — las carcajadas de la vampiresa se escucharon por todo el cementerio y se hacían más fuertes cada vez que el cuerpo de Jak, que a pesar de haber recuperado su cabeza, trataba de introducir el atún por su nuca.

— ¡CUERPO TONTO, POR AHÍ NO VA LA COMIDA!

Marceline flotó hacia donde estaba su hacha-bajo y la colocó sobre su espalda

— Seguiré tu consejo e iré con mi papa, ¡Gracias Jak! — Marceline se despidió entre risas, volviendo a surcar el firmamento, y mientras se alejaba escuchó los gritos del zombi reclamándole que volviera para reacomodar su cabeza.

Sí, este es de esos capítulos donde el autor busca formar parte del mundo de alguien más, y eso no es algo malo. Sólo hasta que tiempo después miras tu trabajo y no puedes evitar sonreír por haberte incluido en la trama. Al menos traté de no influir mucho en la historia y de que la participación no fuera vital.

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